viernes, 18 de julio de 2008

Amigas para perder

No siempre las amigas son, como dice la frase, “las hermanas que se eligen”. A veces son en realidad saldos emocionales de los que no podemos despegarnos.



Con motivo del cercano Día del Amigo, ayer entré a una librería a ver unas tarjetas, no para comprarlas sino para ver si podía sacar alguna idea o leer alguna frase significativa que me facilitara el regalito de todos los años. Encontré una que me llamó la atención: el aforismo del caso decía “los amigos son el regalo que trae la marea de la vida”. Aunque la frase, definitivamente, no era la que le pondría a mis mejores amigas en su tarjeta, la idea de la marea resultó acertadísima, sobre todo para dar cuenta de una inquietante variedad de amistades a las que rara vez se hace alusión.

Me refiero a los amigos para perder o pseudo amigos, la clase de gente que de algún modo permanece en nuestra vida sencillamente porque nunca nos animamos a mandarles la orden de desalojo. Por lástima, sí, pero también por pereza, los humanos solemos dejar que los saldos emocionales de otro tiempo se acumulen en nuestra vida y en nuestras agendas como si tal cosa, hasta conformar una especie de sedimento afectivo espeso pero de escaso o nulo valor. ¿Nunca tuviste un ejemplar de estos?.Me refiero a las amigas-sanguijuela, a las llorosas en todos sus formatos, a las que monopolizan la conversación como quien se apodera del kilo entero de helado, esas que nunca te llaman más que para contarte desgracias o piensan que con comunicarse una sola vez en el año al grito de “¡Feliz Día del Amigo!” alcanza para ser gemelas del alma.

Y no. La amistad es un asunto bastante más complejo y milagroso que eso de llamarse cada tanto u organizar mesas largas como góndolas cada 20 de julio. Por mucho que nos cueste admitirlo, no todos pueden surfear con la misma pericia las aguas de toda una vida en común. Más de uno se perderá en el mar de las cosas, y está bien que así sea.

Seguir siendo amiga de la pecosa con la que te sentabas en quinto grado no significa entonces absolutamente nada si la mujer de anteojos en la que se convirtió sólo puede hablarte de problemas financieros o debacles afectivas. La amistad, como el amor, se conjugan en un único tiempo de verbo, y es el presente. Todo lo demás es puro apego, incapacidad de desprendernos de eso que algunas vez significó algo y hoy ya no quiere decir nada. Es difícil pero ojalá algún día podamos entender que algunas pérdidas son, en realidad, ganancia pura.

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